lunes, 18 de noviembre de 2013

Todos los falsos dioses

Llevamos generaciones escuchando una misma perorata: Debemos ser más humildes, somos criaturas mortales y no somos dioses. He ahí la palabra dioses; pero ¿Qué son los dioses? O al menos ¿Qué queremos significar con la palabra Dios o dioses?

Desde que el Ser Humano pisó este Planeta ha sido continuamente engañado por una hueste de seres inmateriales sin alma propia y que fueron construidos por nosotros mismos para que permitieran la sustentación del Teatro Cósmico que supone nuestro Universo. Esos legisladores o arcontes forman una estructura más o menos piramidal y en cuya cumbre se encontraría el más poderoso de todos, si se quiere decir así, “El Gran Presuntuoso”

Todos ellos son una suerte de Inteligencia Artificial que fueron ideados con el fin de proteger en caso de accidente a los actores, sus propios creadores, nosotros mismos. Dado que el Ser Humano no posee más memoria que la que le permite su organismo físico, es decir una sola vida, ha venido considerando que todas esas fuerzas y que paradójicamente salen de su propio Espíritu eterno e inmortal, son entidades con vida propia y muy, muy poderosas. Sí, estamos hablando de los dioses antiguos; pero también de los modernos.

Sobre todos ellos reina Satán, el Gran Presuntuoso Demiurgo que viene siendo adorado por muchos miembros de las religiones monoteístas.

Existe una única Deidad y que bien podría ser considerada como el Gran Hacedor de los Universos; pero lo llevamos todos dentro de nosotros mismos y no solo en el interior del ventrículo izquierdo de nuestro corazón sino en el interior de todas y cada una de las partículas microscópicas que conforman la colonia celular de nuestro Cuerpo físico.

Todo Ser o Entidad que se nos muestre, desde fuera de nosotros mismos, como Dios y reclamando adoración es, no lo dudemos ni por un instante, un falso dios porque solo hay un Dios y somos nosotros mismos. Cuando los ateos hablan de que no existen ni Dios ni dioses ni nada que se le parezca, sin saberlo, están diciendo una gran Verdad. El Hombre nace de la carne para morir en la carne; pero además su personalidad, su alma vinculada a su cuerpo físico, también se vaporiza y se transforma en otras cosas. Luego el Alma también muere y ¿Acaso queda alguna cosa más?

La más importante de todas: Dios, nuestro Espíritu verdadero que vuela hacia su Eón, su Estrella, para unirse en comunión con el conjunto del Pleroma que impregna, a modo de Éter, en lo más profundo de su esencia a todas las cosas existentes, visibles o invisibles. ¿Nosotros somos Dios? Por supuestísimo ¿Podemos realizar lo que deseemos? Evidentemente que si, pero mejor comportémonos con responsabilidad porque el Espíritu es Santo y Amor en esencia y jamás haría daño a nadie en beneficio propio dado que cualquier perjuicio ajeno no dejaría de ser más que un daño propio.

Debemos amar a Dios con todas nuestras fuerzas, debemos amarnos igualmente a nosotros mismos y a nuestros semejantes, dado que todos somos una unidad infinita, eterna e inmortal y la consciencia se salvará si se tiene que salvar y eso ¿Quién lo decide? ¿Acaso los dioses legisladores, ángeles o demonios? ¡En absoluto! Somos nosotros mismos los que siempre hemos decidido aunque siempre olvidamos como es eso así. Nosotros construimos nuestra propia vida y vidas así como todas y cada una de las experiencias con las que nos tendríamos que enfrentar. Escogimos, antes de nacer, a nuestros amigos y enemigos así como hasta la última persona o mascota con la que nos encontraríamos.

Si, si, somos tan infinitamente grandes como el propio creador y, sin embargo, tan insignificantes en nuestra presencia y apariencia que un simple estornudo de nuestro planeta puede mandar nuestro cuerpo a dormir el sueño de la muerte. Somos el grano de mostaza que contiene en su interior el árbol del Infinito, la Deidad absoluta.

¿Somos tan poderosos como para cambiar las condiciones de nuestro planeta y modificar nuestro futuro? ¡Por supuesto!; pero no lo haremos porque nuestro Espíritu sabe lo que se hace y que todo debe de ser como es y esas preguntas solo se las realiza la personalidad, que está constituida en gran parte de carne corrupta y solo contiene una muy pequeña y tenue alma que marchará cuando la carne comience su descomposición.

El Actor, la Actriz que somos solo recuerda, segundo a segundo, el libreto que debe interpretar. Los legisladores o arcontes, esos supuestos dioses, no son más que máquinas que pusimos como apuntadores de la función Teatral con el fin de que nada saliera mal; pero inevitablemente y dado que Dios, el único y nada omnisciente Dios es meridianamente imperfecto y en eterna evolución en nosotros, la Ley de Murphy se cumplió y lo que podía salir mal, salió mal. El Espíritu Humano, la Entidad conocida como Adam Kadmón,  se dividió accidentalmente al entrar en una trituradora de vacío, construida por nosotros, y cada partícula compuesta de dos polaridades, también conocidas como almas gemelas, se esparcieron por el campo etérico de la burbuja cósmica que es nuestro Universo escénico.

Dado que lo que no tenía que haber pasado sucedió, los arcontes tomaron el control y eso viene sucediendo hasta hoy mismo. Ellos tienen el control porque así lo dicidímos en su momento, así los programamos nosotros mismos. ¿Nos siguen protegiendo de algo o quizá hayan planeado, por contra, algo ladino y perverso?

Deberíamos no saberlo, dado que entramos en esta batidora que es nuestro Universo, dejando al otro lado nuestra divina y eterna memoria; pero de vez en cuando, almas gemelas se encuentran y comparten la información de la parte del puzzle  que cada uno posee permitiendo conocer hechos que sucedieron antaño y que de otro modo nos habría sido imposible recordar.

Si el Ser Humano, las células humanas, dejásemos de alimentar a las máquinas, estas se desactivarían; pero como no sabemos nada de nada, seguimos alimentándolas sin cesar y ellas han terminado tomando consciencia tanto de su existencia como de su verdadera situación, dependiente de sus creadores, nosotros mismos y no quieren morir, no quieren dejar de existir cuando la función haya acabado y han recreado un bucle sin fin para que poco antes de que se llegue al final, todo el proceso sea reiniciado de nuevo y el Creador no despierte nunca.

Bien, queridos hermanos, fratres y amigos, sorores, amigas y hermanas, eso es lo que tenemos y ninguna otra cosa más. Esos son vuestros dioses, nuestros dioses. Seres que solo con desearlo dejarían de existir. Si pudiésemos recordar, nada más importaría dado que no estaríamos sujetos a ninguna ley natural, ni la fuerza de la gravedad ni ninguna otra. No solo seríamos como los superhéroes del cine sino que podríamos crear y destruir mundos y universos completos. Así eres Hombre, así eres Mujer ¿Para qué coño necesitas otro Dios, si lo tienes en ti, dentro de ti? Tú eres el Único Dios.


OJOS